En el pasillo del hogar de Gila, aquel inolvidable genio del humor que se reía de los fruncidos ceños de la vida, habitaba un señor. No contó nunca si pagaba alquiler o sonreía al cruzarse con él, o si mantenían amenas charlas en el intermedio fugaz de las idas y venidas.
No sé por qué me he acordado de Gila esta mañana... quizás esté en el pasillo haciendo encaje de bolillos con los fruncidos gestos que pasan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario