miércoles, 26 de enero de 2022

Mi primer Maestro


Mi primer Maestro

Nunca había vuelto a revivir aquel momento. Quizás ahora la madurez comience ese proceso en mí por el que se añora, no la edad infantil, sino las sensaciones que la gobiernan, ricas en inocencia y libertad. El recuerdo de mi primer maestro. El descubrimiento de otra autoridad fuera de casa, otra guía, otra mano que amable marcó los caminos de mi mirada hacia las sutiles líneas de mis primeras lecturas. Con él contemplé cómo en verdad existen infinitas puertas esperando a ser cruzadas, y que a través de cada una tú mismo marcas el rumbo de tu única nave. Nunca dejas de atravesar puertas, ni murallas o nubes más o menos cargadas, y ese camino rutinariamente difícil, se presenta decorado de tierras removidas sobre la que a veces crecen ramas tiernas. Mi primer suelo removido, entre cartillas de Rubio y versos de Bartolín el pato, tiene huellas de aquel maestro. La última lección, o la primera, la más dura cuando se tiene edad de plantar fideos en una maceta, fue la de tener que aceptar que, al pasar de curso, mi maestro no lo seguiría siendo… Entonces lo mantuve en secreto, pero lloré… lloré como si fuera a perder a un segundo padre. Lloré porque quizás me estaba enfrentando, por primera vez, a la evidencia de que me hacía mayor. Resignación y rebeldía aparecieron en mi diccionario súbitamente, iniciando una gran batalla que aún no ha concluido. Por mi camino he ido dejando atrás muchas tierras removidas, he perdido a maestros y hermanos que pueblan ya la maravillosa orquesta de las esferas. Pero sus palabras y silencios habitan en mis pasos de tal manera que, por encima de cualquier suelo, sus brotes verdes han dado luz a este rebelde y resignado árbol. 

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