Os pido perdón, ninfas de mis riberas, que alentáis con sonrisas mis pasos. Por vos vuelvo a tachar de versos el vacio de esta hoja sin papel.
Todos los malos días pueden tornarse luminosos con la palabra correcta, con el gesto adecuado, con la rebeldía de espíritu que saque a flote tu nave cuando la crees zozobrada...
Si unos ojos esperan mis palabras, ¿quien soy yo para maquillarlos de silencio?
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