- Cuando ponga mis pies
 a merced del beso de las olas,
 ¿quién, sentado en su silla,
 me dirá que me recoja?
 Cuando encienda mi pipa
 para compartir el humo
 denso de las horas,
 y el anzuelo parta
 su muerte contra las rocas.
 Cuando la plomada vuele hacia el horizonte,
 ¿quién me dirá que me recoja?
