lunes, 18 de mayo de 2009

Feria del Libro

Como en muchas otras ocasiones comienzo a escribir sin saber muy bien por qué caminos van a transitar las líneas de mis pensamientos, pero basta citar mi indecisión de tal forma para que sugerentes vías expresivas se manifiesten ante la crueldad blanca del papel. No es banal introducción, pues de variedad de sendas, con múltiples paisajes, estuvo decorada mi percepción sobre la Feria Regional del Libro, celebrada en Cuenca hace unos días. Entre libros, rodeado de ellos, siento cómo mi alma es feliz y a la vez se altera en comunicación con mi cerebro: "te falta tanto por leer... ese de ahí, aquel autor recién descubierto..." Los libros también son felices rodeados de personas, sienten las miradas de sus lectores recorriendo línea a línea sus páginas como una caricia suave y emocionada, -agradecida-.
Y entre caricias literarias y encuentros gratos he vivido seis días en los que la monotonía pasó a estado comatoso. Lo mejor de todo: Ver a Yael, mi hija de tres años, sonreir, corretear, vivir su natural alegría en ese mar de papel y sueños, ojeando cuentos, escuchándolos, oliendo el perfume de los libros nuevos, diciéndome: "Papá, me encantan tus poemas", aunque no los entienda todavía... Da igual, ella escucha. y su silencio me emociona cuando su mirada brillante escrutina mis ojos. Por eso también le he mostrado todo lo superficial, lo necio, lo provinciano, lo envidioso y ególatra que rodea, como golosas moscas, al mundo público de la Literatura en feria. Lo de siempre, ya estoy acostumbrado y no me indigno, o sí... diosecillos locales ignorando todo aquello que no nazca de su poético rebuzno, cazurros enchufados -altivos y maleducados- tildando de "tontunas" un mostrador entero de sentimientos (claro, que sin su libro en él...). Fotos de rigor, sonrisas políticas tan llenas de falsedad...¡Oh! ¡Grata sorpresa! Un valiente delegado aprecia unos versos y reconoce a un poeta... claro, me han dicho que también es humanista de vocación, ¡que Cyrano le guarde!
-Yael, hija, mira lo bello de todo esto....
Nos fuimos juntos a firmar en un largo papel contínuo con pretensiones de universal poema, pintamos su carita con una luna azul, purpurina de estrellas, y le invité a medio bocadillo de jamón y un poquito de fanta. -"Papá, me decía mientras masticaba, ¿porqué te gustan tanto los libros? " Podría haberle contestado cien mil razones, pero en aquel momento solo supe decirle:
-" Porque alimentan tanto como el jamón que te estás zampando..."
Ella se rio mientras se encogía de hombros. "A mí también me gustan" dijo.
Y nos fuimos a dar otra vuelta por las casetas de la Feria. Entonces vimos elefantes, ratitas y ranas que se hurgaban la nariz, mariposas que salían de mi estómago y revoloteaban sobre nuestras cabezas; caballos rosas recitando...
Antes de volver a casa nos hicimos el nuevo carné de la Biblioteca Municipal:- ¡Sonrie para la foto, Yael! Es tu primer carné...
Todo un propósito. ¡Que tarde tan feliz, Gacelita!

2 comentarios:

  1. Que bueno encontrarte, me llegaron tus saludos desde la feria del libro¡¡¡ Gracias, tengo una llamada pendiente mientras te mando este poemilla, Besos "Helen":

    Las ciudades de los espejos

    “Dedicada a aquellos que buscamos un lugar en el mundo”

    Que torpe se traza el destino;
    es capaz de agonizar un recuerdo
    y reavivar olvidos,
    mutila la esperanza
    y doblega la cordura,
    esclaviza mis sentidos,
    enjaulados,
    siendo yo mi propio carcelero.
    Dame libertad para navegar ideas,
    por canales angostos
    y por extensos océanos,
    otórgame los privilegios de las ninfas
    que custodian las mareas,
    y danzan con Eolo,
    que lleve este navío a buen puerto,
    con las velas en estandarte
    y la gloria,
    cosida en su mástil.
    No pongas timoneles en mi viaje,
    pues no necesitaré de guía,
    brújula o estrellas,
    para encontrar mí destino,
    para arribar en tus labios,
    y saborear el dulce néctar,
    de tus mares.
    Dame libertad para vestirme
    con los hilos del sol,
    en los atardeceres de siega,
    de la luna en noches tranquilas...
    para teñirme las pupilas
    de rojo carmesí,
    y blandir mi bandera de sueños;
    para atar y desatar mis emociones
    allí donde empiezan y acaban,
    en el hueco donde descansan
    mis secretos.
    Dame libertad,
    porque hoy dejaré de ser,
    estaré fuera de mí
    por un tiempo.
    Quiero huir
    y dejar de ser mi propio carcelero;
    quiero visitar las ciudades
    de tus cuentos,
    pasear por las calles,
    percibir el aroma de sus gentes
    y verme en sus espejos.
    Buscaré en ellos tu camino
    y ellos sabrán de mí,
    aun siendo extranjera
    venida de más allá de los secretos,
    pues tú me has llevado a ellos,
    en tus espejos,
    en tus deseos.
    Elena Medina "A Golpe de Latidos"

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  2. Ahí va una de libros, de esos de los que me gusta escribir en noches manchegas como esta:


    Brisa de verano

    Podía sentir como la brisa de verano, que entraba por el balcón desvencijado, rozaba su piel ahora sin la tersura y lozanía de su juventud.
    En aquella cama centenaria sólo escuchaba su propia respiración, tantas veces acompasada por la de su compañero de fatigas, su amor de toda la vida. Cuantas veces se había dormido acurrucada en él, escuchándolo respirar, adivinando sus ojos en la oscuridad de la noche; cuantas veces se había regocijado apretándose contra su pecho y aspirando el olor de su piel.
    El sol acababa de despuntar y sus pies cansados, torpes.. pero vivos, se encaminaban a la calle silenciosa; al portón que tantas veces había cerrado tras de si.
    La suave brisa de verano movía el cereal vencido por el peso y las copas de los árboles acompasaban su son al unísono. El olor de la tierra que la vio nacer, le inundaba el corazón de recuerdos, recuerdos de ecos ahora mudos.
    Las calles vacías.
    Todos se habían ido.
    Todos.
    Sola, vagaba por calles de muros yertos, antes cómplices de historias. Resonancias de risas de verano, tertulias, letanías y lamentos. Ni siquiera el murmullo del agua de la vieja fuente se había parado a esperarla.
    Sola, con el viento, se afanaba en no pensar que las trepaderas y malas hierbas eran las únicas que la querían acompañar.
    Cerró tras de si el portón, se acurrucó en su lecho centenario y de nuevo la brisa de verano la acaricio como antaño, suavemente, rozando su mejilla y sintió que su cama no estaba vacía. Escuchó su respiración y la detuvo para comprobar que no era la suya.
    Sonrió y cerró los ojos.

    AUTORA:) E.M.C

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