Como en muchas otras ocasiones comienzo a escribir sin saber muy bien por qué caminos van a transitar las líneas de mis pensamientos, pero basta citar mi indecisión de tal forma para que sugerentes vías expresivas se manifiesten ante la crueldad blanca del papel. No es banal introducción, pues de variedad de sendas, con múltiples paisajes, estuvo decorada mi percepción sobre la Feria Regional del Libro, celebrada en Cuenca hace unos días. Entre libros, rodeado de ellos, siento cómo mi alma es feliz y a la vez se altera en comunicación con mi cerebro: "te falta tanto por leer... ese de ahí, aquel autor recién descubierto..." Los libros también son felices rodeados de personas, sienten las miradas de sus lectores recorriendo línea a línea sus páginas como una caricia suave y emocionada, -agradecida-.
Y entre caricias literarias y encuentros gratos he vivido seis días en los que la monotonía pasó a estado comatoso. Lo mejor de todo: Ver a Yael, mi hija de tres años, sonreir, corretear, vivir su natural alegría en ese mar de papel y sueños, ojeando cuentos, escuchándolos, oliendo el perfume de los libros nuevos, diciéndome: "Papá, me encantan tus poemas", aunque no los entienda todavía... Da igual, ella escucha. y su silencio me emociona cuando su mirada brillante escrutina mis ojos. Por eso también le he mostrado todo lo superficial, lo necio, lo provinciano, lo envidioso y ególatra que rodea, como golosas moscas, al mundo público de la Literatura en feria. Lo de siempre, ya estoy acostumbrado y no me indigno, o sí... diosecillos locales ignorando todo aquello que no nazca de su poético rebuzno, cazurros enchufados -altivos y maleducados- tildando de "tontunas" un mostrador entero de sentimientos (claro, que sin su libro en él...). Fotos de rigor, sonrisas políticas tan llenas de falsedad...¡Oh! ¡Grata sorpresa! Un valiente delegado aprecia unos versos y reconoce a un poeta... claro, me han dicho que también es humanista de vocación, ¡que Cyrano le guarde!
-Yael, hija, mira lo bello de todo esto....
Nos fuimos juntos a firmar en un largo papel contínuo con pretensiones de universal poema, pintamos su carita con una luna azul, purpurina de estrellas, y le invité a medio bocadillo de jamón y un poquito de fanta. -"Papá, me decía mientras masticaba, ¿porqué te gustan tanto los libros? " Podría haberle contestado cien mil razones, pero en aquel momento solo supe decirle:
-" Porque alimentan tanto como el jamón que te estás zampando..."
Ella se rio mientras se encogía de hombros. "A mí también me gustan" dijo.
Y nos fuimos a dar otra vuelta por las casetas de la Feria. Entonces vimos elefantes, ratitas y ranas que se hurgaban la nariz, mariposas que salían de mi estómago y revoloteaban sobre nuestras cabezas; caballos rosas recitando...
Antes de volver a casa nos hicimos el nuevo carné de la Biblioteca Municipal:- ¡Sonrie para la foto, Yael! Es tu primer carné...
Todo un propósito. ¡Que tarde tan feliz, Gacelita!